Testimonios

celine gDespués de una espera de cuatro años, el 15 de octubre 2020, me llamaron anunciándome que iba a ser operada por una artrodesis el 5 de noviembre, en el hospital Hôtel-Dieu de Québec. ¡Qué bello signo de su Presencia puesto que me habían hablado de 4 a 6 meses de espera! Y esto a pesar de la pandemia. Iba hacia lo desconocido porque yo no sabía cómo todo iba a pasar.

Desde hace unos años, un himno del Breviario me interpela (1) y me invita al abandono para dejar al Padre toda la iniciativa del desarrollo de los acontecimientos venideros. La ocasión de pasar mi convalecencia en la Casa Niverville me permitió vivir esta experiencia que comparto con ustedes.

Aceptar depender totalmente de los otros para todas mis necesidades sea cuales sean, acogerme con mi fragilidad e incapacidades, abandonarme en la confianza, era de pasaje obligado. Y me habrá permitido poner una nueva mirada sobre mi medio y las personas que trabajan allí. Y es, sobre todo, sobre los empleados a nuestro servicio que se ha puesto. Esta comunión «con el otro» ha transformado lo que yo veía a diario, seres maravillosos cumpliendo con una bella misión de respeto hacia personas vulnerables y, cada vez que era posible, yo se los agradecía. Todos se volvían para mí, signos de su Presencia.

¿Cómo yo, podía ejercer una presencia responsable en este clima, con todas estas personas?
Desde mi llegada, cuando un empleado o empleada entraba en mi cuarto, lo acogía calurosamente porque para mí, en mi corazón, yo sabía que él o ella ejercían un verdadero ministerio. He personalizado mi saludo atribuyendo a cada uno un apodo: Sol de la mañana, Sonrisa tranquilizadora, Fuerza tranquilizante, Ser de compasión, Sembradora de paz y armonía etc... Antes de mi alta, una de ellas vino a darme las gracias: «Usted sabe, su manera de acogerme me ha dado confianza en mí y me ha estimulado para hacer mejor mi trabajo».

Esta nueva mirada me ha permitido ver tantas atenciones, pequeños gestos que embellecían nuestros días. Yo era testigo de su paciencia, de su tacto con los residentes o convalecientes a veces exigentes, recalcitrantes. En esta residencia, la diversidad de nacionalidades en los empleados da un mensaje muy fuerte: la apertura a la diferencia, la aceptación incondicional del otro, ¡qué bello mensaje evangélico! A menudo ha recordado eso a los residentes, los convalecientes y al personal cuando la ocasión se presentaba.

He querido hacer mi parte en la acogida de estos refugiados e inmigrantes, especialmente los latinos. Quería que se sintieran escuchados, comprendidos, amados y sostenidos. Cada vez que podía, respondía a sus preguntas y acogía sus inquietudes. A veces, al momento de la pausa, llegaban con palabras en francés escritas en sus manos a fin de comprender el sentido o me preguntaban cómo hacer tal pregunta en francés. Me he sentido participante en su integración aquí.

Con las africanas no pude impedirme establecer un paralelo: si en mi juventud, he tomado pequeños africanos en mis brazos, a los 77 años, son dos africanas que me han lavado y sostenido en la marcha. ¡Un giro de 180 grados!

Si este medio de vida me ha revelado grandes fuerzas, se encuentran allí también fallas en el funcionamiento. Lo que me interroga y busco cómo podría ejercer mi responsabilidad de ciudadana para que nuestros ancianos que residan allí, viven en un clima de calma, de seguridad y de armonía. ¡Que el Espíritu me inspire y me ayude a discernir los signos de su Presencia en este caminar!

Céline G. Trois-Rivieres
marzo 2021

(1) «Un día nuevo empieza», himno de Laudes, segundo lunes del año litúrgico.

 

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