Cada momento del día es un momento privilegiado, pero cuantas veces pasamos de largo, viviendo nuestro día a día como una rutina muy normal. Y, sin embargo, al abrir nuestros ojos y nuestro corazón, tantas cosas hermosas se manifiestan a nuestro alrededor.

¿Por qué no aprovechar esta bella estación que Dios nos regaló: la primavera? Estación que nos trae luz, nos anuncia una nueva vida, la esperanza a nuestra puerta y una complicidad con la madre naturaleza.

No nos detengamos en la edad que tenemos ya que no tiene nada que ver y que la vida empuja al corazón a encontrarle sentido a lo que hacemos. Aún si resulta que la fragilidad se vuelva un obstáculo, nada en el mundo debería detenernos porque la aguja del momento presente poco le importa el mañana.

Digámonos a nosotros mismos que, sean cuales sean los vientos que soplen, depende de nosotros crear primaveras en nuestras vidas permaneciendo totalmente conectados con lo que experimentamos. No olvidemos que el amor que sembramos deja huellas como brotes que estallan vaporizando el aroma de un nuevo día.

Ya sea que tengamos 30-50-60 o 80 años o más, que estemos enfermos o no, si en lo más profundo de nuestro corazón aprendemos a vivir nuestras primaveras en el momento presente, ninguna estación eclipsará nuestra esperanza.

Louise Fleury, Voluntaria de Dios,
Drummondville