Viernes, 02 Diciembre 2022 19:46

Los Institutos seculares, dinamismo para mañana

miniature dynamisme futurDespués de nuestra A.G., de la Conferencia Belga de los Institutos seculares y después de haber participado en el proceso de sinodalidad en la Iglesia de Bélgica, profundizamos y progresamos sobre la cuestión de nuestro lugar en la Iglesia de mañana como secular consagrada.

Desde algunos años nuestras sociedades conocen ya una crisis: hay una ruptura entre la civilización de ayer y la que surge tan mal que bien hoy. Estamos convencidas de que esta crisis llama a nuevas respuestas y efectúa replanteamientos radicales.

Hay que buscar salidas, claves para desembocar en otra cosa. La cuestión no está más de ser optimista o pesimista, sino saber cómo vivir los cambios encontrando en ellos un sentido, para nosotros personalmente pero también para la humanidad.

¿Qué mirada debemos poner hoy sobre un mundo inseguro, en cambio y sobre nuestros contemporáneos? ¿Es una mirada que ve solamente los obstáculos y las dificultades que vivir? ¿Una mirada sobre lo que se derrumba en nuestras sociedades? ¿O más bien una mirada que se apega a situaciones, acontecimientos, una mirada que abre un futuro a la humanidad?

Hoy día, esperar no va de por sí ya que esto altera no solamente nuestra esperanza humana sino también nuestra esperanza cristiana. Ahora bien, la esperanza forma parte de la condición humana: no se puede vivir sin esperar porque nuestra existencia se escalona entre un pasado, un presente y un futuro. Sobre el pasado, ya no podemos intervenir; en cuanto al presente, este pasa rápidamente y nos frustra porque se nos escapa. Sin embargo, sobre el futuro podemos tratar de intervenir.

La crisis no es solamente económica o cultural, es más bien una crisis del sistema de explicación del mundo. Esperar es apostar sobre el futuro, es considerar que un futuro es posible para una persona, una sociedad. Pero si la esperanza por hoy no está bien, tal vez esto quiere decir que sirva para una elección, una decisión personal, un acto de voluntad.

Nuestra fe cristiana no nos arranca de nuestra condición humana, se inscribe en nuestras actitudes fundamentales de consagradas. Todavía más, la esperanza cristiana exige de nosotros, miembro de un instituto secular, vivir en el corazón del mundo la lucha de la caridad y de la justicia. La esperanza no es desmovilizadora, pero se vuelve un estimulante para actuar. (AG de la CNBIS, octubre 2022)

Para nosotras, Oblatas Misioneras de María Inmaculada, debemos ser sembradoras de la caridad de Cristo, ser otro Cristo, nos dice el Padre Parent, o.m.i. Nuestra espiritualidad debe movilizar todas nuestras células, las cinco actitudes evangélicas deben volverse normas integradas en progreso para, como los discípulos de Emaús, llegar a ser peregrinos.

Estamos sumergidas en el mundo donde debemos dejarnos alcanzar por lo desconocido, por Cristo. Hay que recorrer todas las etapas, sin pararnos en el camino, o dar media vuelta. Debemos parar en el “albergue” para compartir nuestras experiencias, escucharnos y mirar nuestras miserias, nuestros éxitos para que nuestro ser se vuelva testigo de Cristo.

Françoise Lequarré, Bélgica- Europa

 

 

 

Fotos:
Mundo: Gerd Altmann de Pixabay
Paloma: Ian Henderson de Pixabay

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